dimarts, 14 d’abril del 2015

Azul de mar o de humo

Aquest bloc ja va tenint uns anyets. En el decurs d'aquest temps, de tant en tant, m'he asabentat de la marxa d'alguna persona. Alguna persona d'aquelles que mai has conegut personalment, però que té una trascendència pública i que, per un motiu o un altre, ha deixat una petja en la teua vida amb la seua obra. Recorde haver dedicat unes paraules el dia que varen partir a persones tan dispars com ara Labordeta, Cesaria Evora o Santiago Feliu.
Ahir va marxar Eduardo Galeano i les venes d'Amèrica Latina es van obrir de dolor.


La casa de las palabras
 
          A la casa de las palabras, soñó Helena Villagra, acudían los poetas. Las palabras, guardadas en viejos frascos de cristal, esperaban a los poetas y se les ofrecían, locas de ganar de ser elegidas: ellas rogaban a los poetas que las miraran, que las olieran, que las tocaran, que las lamieran. Los poetas abrían los frascos, probaban palabras con el dedo y entonces se relamían o fruncían la nariz. Los poetas andaban en busca de palabras que no conocían, y también buscaban palabras que conocían y habían perdido.
          En la casa de las palabras había una mesa de los colores. En grandes fuentes se ofrecían los colores y cada poeta se servía del color que le hacía falta: amarillo limón o amarillo sol, azul de mar o de humo, rojo lacre, rojo sangre, rojo vino...
 
                                                                                                         Eduardo Galeano